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Ojitos…

Hace ya unos 8 años que me dió por escribir cuentos de niños. Hice una serie de cuentos de cómo el personaje principal trabajaba las diferentes emociones a través de sus aventuras. Mi prima Adela hasta me hizo una ilustración de Ojitos, así se llama una maravillosa niña que viaja a maravillosos lugares. Quizás si lo comparto, así sea uno de mis cuentos, encuentre la inspiración y vuelva a crear alguito más…

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Esta es la historia de una niña llamada Laura que vive en Madrid con su padre, su madre y su hermanito Carlitos. Laura es una niña muy delgada con unos ojos grandes y negros, del mismo color que su pelo. Por lo lindo que son sus ojos, todos le llaman Ojitos. A ella le gusta nombrar todo lo que ama. En su cuarto tiene un pececito color naranja bien gordito que se llama Lolo, lo saluda todas las mañanas al levantarse y se despide de él al acostarse. También tiene un pequeño pinito llamado Chichito. La almohadita con que se acurruca todas las noche se llama Lala, porque se parece a su nombre.

La abuela de Ojitos le regaló una mariquita de madera hace un tiempo, cuando ella tenía apenas tres añitos; le puso Adela. Desde que su abuelita se la regaló Adela y ella eran inseparables, como Adela era pequeñita le cabía en la mochila cuando Ojitos iba a la escuela y le cabía en su carterita cuando iba de paseo con su familia o amiguitos.

Lo que mas disfrutaba Ojitos de Adela era su simpleza. No había que comprarle muchos vestidos, ni carros, ni casas, ni buscarle compañeros; como ocurre con las muñecas de sus amigas. Con Adela, Ojitos sólo tenía que cerrar los ojos e imaginar, y de repente estaba en lugares desconocidos y maravillosos, viajaban a muchos sitios exóticos.

“Ojitos conoce el amor”

Una mañana de noviembre estando Ojitos en la escuela la Profe explica que emoción es un estado que cambia rápidamente el equilibrio de una persona, y que las hay positivas y negativas, por ejemplo dice: el amor es una emoción. Los padres y las madres se aman, los niños aman a sus padres y madres, a sus hermanitos, a sus abuelitos y a sus amiguitos. Ojitos escucha muy atenta y le pregunta que si se ama a los animales, a los juguetes, y a las plantas también. La profesora le dice que si, porque es un afecto sentido por cualquier persona u objeto. Ojitos meditó mucho, pero no entendió muy bien el asunto.

Al llegar a su casa le pregunta a su madre que es el amor. Doña Mercedes se ríe, la verdad Ojitos que estás muy filosófica- le contesta. Filo cuanto mamá? Dice Ojitos, yo te hablo de amor y tu me hablas de un señor con un nombre rarísimo. Niña la filosofía es un conjunto de reflexiones sobre el conocimiento humano, y el amor- que algunos erradamente lo incluyen dentro de la filosofía, es algo que sientes por otra persona y que te pone bien contenta. Ojitos no quedó muy convencida y le hizo la misma pregunta a su padre, quien le responde: Es lo que necesita el mundo para que no haya más guerras ni más violencia.

Ojitos se fue a dormir con la cabeza hecha un lío entre el amor, las guerras y el nombre raro que le dijo su mamá. La habitación estaba calentita y ella bien arropadita con su manta de estrellitas amarillas y azules, se acurruca y de repente ve que el techo de la habitación está lleno de puntitos de luz de todos los colores y una nube luminosa entra volando por la ventana y se le acerca, entonces se da cuenta de que sobre esta hay un ser diminuto de color verde claro, con el pelo azul atado en una cola en la nuca, va vestido de rojo intenso, y lleva unos zapatos amarillos. Me llamo Pinky, soy un duende, y vengo a buscarte para llevarte al Planeta del Amor- le dice y le de la mano invitándola a salir de la cama. Ojitos abrió los ojos y se los estregó, se pellizcó y entonces se convenció de que no estaba soñando. ¿!Dices que eres un duende y que me vaya contigo a tu planeta!?, o tu estás loco o lo estoy yo, porque los duendes solo están en los libros, además no puedo ir contigo a ninguna parte, porque mi mamá me dice que no salga con gente que no conozco, dijo la niña.

Primero no soy una persona, un ser humano como le llaman ustedes, recuerda que soy un duende, y segundo no es verdad que solo estamos en los libros, estamos en los lugares agradables donde aun queda bondad en el planeta Tierra. No tengas miedo, ven conmigo a conocer mi planeta, dijo Pinky.

No puedo, mi mamá se preocuparía mucho si se levanta y no me encuentra, aunque la verdad que me gustaría mucho. ¿Iríamos en una nave espacial igual a las que salen en la tele?, preguntó Ojitos.

Mucho mejor que eso, iremos volando, dijo Pinky

¡VOLANDO! Es imposible tu no tienes alas, y yo no soy ni pájaro, ni mariposa, dijo Ojitos.

Es importante que sepas que el tiempo no es igual en mi planeta que en el tuyo. Si salimos en este momento puedo mostrarte muchas cosas y aquí en la Tierra solo habrán pasado dos horas, mientras en Solailun, como se llama mi planeta, habrán pasado días. Además nuestras mentes han aprendido que somos energía, algo así como una especie de viento, y que conectándonos con la energía universal podemos volar, y que no necesitamos el cuerpo para hacerlo. Si tu mamá viene a la habitación te verá dormida, pero nosotros estaremos en Solailun, dijo Pinky.

No entiendo nada, dices unas cosas muy raras, pero muy bonitas. Eso de volar y dejar el cuerpo y luego volver y encontrar el cuerpo suena muy bien. Pensándolo mejor, creo que tienes razón, porque eso es lo que hago cuando cierro los ojos y veo personas y cosas que deseo. ¿Adonde vamos? ¿Nos vamos ahora mismo?, preguntó Ojitos muy decidida.

Al Planeta del Amor, no tengas miedo, te gustará, dijo Pinky y tomándola de de las manos la llevó hasta la ventana. Cierra los ojos, respira suave y profundamente, siente que tus pies pierden peso… todo tu cuerpo pierde peso, se aligera. Sientes una luz que sale de debajo de tu ombligo y puedes ver unas pequeñas alitas que salen, y ahora volamos por el firmamento.

¡Ay Dios mío! Estoy volando entre las nubes, no lo puedo creer. Ojitos gritaba llena de entusiasmo, y cada vez que tocaba una estrella esta reía porque le hacía cosquillitas. Se llenaba las manos de nubes, las olía, las probaba, las besaba llena de felicidad. Pinky también reía, y así llegaron a una gran puerta. La puerta era tan grande, pero tan grande, que Ojitos no podía ver donde comenzaba, ni donde terminaba. Pinky sacó una llave de su bolsillo la colocó en la cerradura, y con un sonido de campanas esta se abrió completamente, dándole paso a ambos. 

El Planeta del Amor es un gran jardín lleno de flores, pero lo extraño es que estas flores cantan y bailan. Ojitos corrió hacia una pequeña plaza donde un grupo de lirios bailaba flamenco, debajo de un álamo había petunias bailando ballet, a orillas de una fuente estaban los girasoles bailando merengue y salsa y hasta había rosas bailando rock. La verdad que aquí me gustaría a mi vivir, pensó Ojitos, podría aprender a bailar todos los bailes del mundo, y no necesitaría saber ningún idioma cuando me haga grande y me dedique a viajar por todos los países de la Tierra, solo tengo que bailar el baile de cada lugar y todos me entenderán y me querrán.

Me gusta mucho tu idea, le dijo Pinky.

Pero yo no he hablado, solo pensaba, ¿o es que he hablado sin darme cuenta?, dijo Ojitos.

No has hablado, es que aquí no necesitamos ningún idioma, nos comunicamos a través de los pensamientos, dijo Pinky .

Eso no me gusta nada, le respondió Ojitos, porque a veces en la escuela pienso cosas feas de algunos compañeros que no me gustan mucho, y si lo hago aquí tú y todos los demás se enterarán y me dará mucha vergüenza.

Aquí nunca piensas nada feo, todo lo que te rodea es tan lindo y te llena tanto por dentro que te hace pensar solo en cosas cariñosas y buenas para los demás.

También en la Tierra hay muchos lugares hermosos, pero aun así pensamos cosas feas de los demás, dijo Ojitos.

Si, lo se, pero la energía de la Tierra es distinta. No es fácil de explicar, dijo Pinky, es como una especie de viento dorado que hay en nuestro planeta que nos hacer ser amorosos y compasivos.

Buenos días, Ojitos, te esperábamos le dijo el Sol, con una hermosa sonrisa.

Buenos días Señor Sol, le contesta Ojitos un poco sorprendida, al mismo tiempo que le pregunta a Pinky. ¿Cómo sabía él que yo venía?

El señor Sol lo sabe todo- le responde Pinky, y tomando a la niña de la mano la lleva hacia un frondoso bosque, y al entrar Ojitos nota que hay muchas mariposas y raros pájaros volando, pero al acercarse un poco se da cuenta de que son hadas y duendes, y aquí Pinky le explica que en su planeta no hay seres humanos. Siguen caminando y llegan a un cruce de caminos donde hay flechas que señalan diferentes direcciones. Ojitos se acerca para leer lo que dicen: uno dice pastelería La Ternura y el otro escuela La Amistad ¿A dónde quieres ir primero?” pregunta Pinky. Quiero mostrarte todos los lugares de mi planeta, para que así entiendas de qué se trata esa emoción que en la Tierra llaman amor.

Primero vamos a la pastelería La Ternura, porque tengo hambre, y porque las chicas más grandes de mi escuela hablan mucho de esta palabra y cuando la usan ponen ojos de tontas- contesta Ojitos.

En el camino hacia la pastelería se encontraron con un duende llamado Popo. Tú debes ser Ojitos, dice Popo y le da un fuerte abrazo, demasiado fuerte para el gusto de la niña. Esta sorprendida no alcanzó a responder. Vamos sígueme- y salió disparado dando saltitos como el correcaminos. Pinky y Ojitos lo siguieron. Sentada en un banco Ojitos vio a una abuelita hada que mecía a un bebe hada y le cantaba una dulce canción. Así me hace mi abuelita, pensó Ojitos. Eso es ternura, responde Popo. Siguen caminando y Ojitos ve a un pequeño duendecillo acariciando un perrito. Ves Ojitos, eso también es ternura, dijo Pinky, y se dieron prisa en llegar a la panadería, porque los duendecitos se habían dado cuenta de que Ojitos tenía hambre. Pidieron tres tartas de fresa y

tres jugos de pétalos de rosas. La niña se tragó su tarta en un santiamén, y la señora hada que atendía la pastelería le brindó otra de estrellas luminosas. Ojitos miró aquella tarta llena de luz y quedó maravillada y embobada, pero la rechazó con mucha cortesía, Popo intervino tratando de que la tomara, pero la niña le dijo muy bajito –es que no tengo dinero para pagar- todos rieron al escucharla, y la señora hada, que se llamaba Alindara le dijo: aquí no existe el dinero, todos trabajamos para que siempre haya alimentos, juguetes, libros, lápices, en fin todo lo que necesitamos para vivir.

¡No entiendo! En mi Planeta casi todos los adultos y muchos niños tienen que trabajar para ganar dinero, y si no trabajas no tienes alimentos, ni ropas, ni nada.

Aquí todos trabajamos, pero como no existe el dinero, cada cual pone todo lo que sabe hacer y todos los que desean toman de lo que todos producen. Yo, por ejemplo, soy pastelera, y mi hermano es pianista. Cuando el tiene hambre viene aquí o va a cualquier otro lugar donde se preparan alimentos y toma lo que desea, y cuando yo necesito llenarme de música voy donde él, o donde cualquier otro músico y les pido la música que necesito. Es simple. Creo que después de comerte la tarta comprenderás todo mucho mejor, dijo Alindara con unos ojos muy dulces, que le recordaron a los de su madre y eso la hizo sentirse un poco triste.

Pinky se dio cuenta y le dijo: ves Ojitos, en la pastelería La Ternura y en todo el planeta Solailun somos amables los unos con los otros, sin tener que estar explicando que la palabra ternura significa: una expresión de afecto y bla, bla, bla. Simplemente las hadas y los duendes son tiernos, porque demuestran sus sentimientos de afecto. ¿Quieres ir a la escuela La Amistad?, preguntó.

¡NO! ¿A quién se le ocurre ir a conocer un planeta y meterse en una escuela? Acabo de darme cuenta de que también hay duendes locos. Tu estás loco Popo. ¿A la escuela? Claro que no quiero ir, ya estoy cansada de repetir las vocales, los números y de estar sentada en una silla toda la mañana. No, no voy.

Dame una oportunidad Ojitos, dice Popo, por favor, solo permíteme mostrarte nuestra escuela y se que luego querrás abrir una en La Tierra.

La niña se quedó en silencio, y pensó que una vez había querido ser profesora para enseñar cantando y bailando, y decidió aceptar la invitación. ¡Iré!, dijo con entusiasmo, y tomados de la mano partieron hacia allá.

La escuela La Amistad era muy parecida a la suya, un edificio grande con jardines alrededor, pero aquí las flores cantaban alegres canciones. “¿Estas disfrutando?” pregunta el Señor Sol. “Mucho”, contesta Ojitos, ya acostumbrada.

a que el señor Sol siempre contempla y a veces habla. Aquí la niña vio como un duendecillo joven ayudaba a un duende viejecito a cargar sus libros.

¿Ese viejito es profesor? Preguntó, Ojitos.

Es un alumno, dijo Pinky

¿Cómo es posible? En mi planeta solo los niños van a la escuela, bueno hay escuelas de adultos y escuelas de niños, pero están separadas. Los viejitos van con los viejitos y los niños van con los niños.

Aquí todos aprendemos de todos. Ese viejito que viste sabe hacer unas sillas muy hermosas y cuando le toca ser profesor enseña a hacer sillas, pero en otro momento es alumno de Popo, quien le enseña a cantar.

Al final del camino de entrada había un parque muy similar al de su escuela, se acercó y vio muchas hadas y duendes de todas las edades y colores jugando a la pelota, a la rueda rueda, montando en columpios, o conversando en grupos. A la niña le extrañó que nadie estaba apartado. No hay nadie que esté sólo, todos juegan con todas, dijo Ojitos. En mi escuela siempre hay un niño o una niña que no nos gusta y no jugamos con él. A veces, porque está sucio, o es mal educado, o le gusta golpear. También a algunos de mis compañeros no les gusta jugar con los niños de otros países.

Aquí todos somos iguales, estamos hechos del mismo viento dorado, aunque por fuera somos distintos, como tu habrás notado. Algunos somos gordos, como yo, dijo Popo, otros son flacos como Pinky. Somos de muchos colores y estaturas, pero lo importante es el viento dorado que llevamos dentro, que nos permite querernos los unos a los otros.

Siguieron caminando y se acercaron a saludar a una hada y a un duende que juegan a la pelota. Hola Cinti, Hola Fastun, esta es Ojitos, una niña terrícola. ¡Hola! Saludan sus nuevos amigos y la toman de la mano, en ese momento suena una campana y todos invitan a Ojitos a la clase de Matemáticas, ella los sigue con poco entusiasmo. Llegan a algo que se parece a la cafetería de la escuela de Ojitos y ellos le dicen que esta es el aula. Como estamos aprendiendo a sumar y a restar lo hacemos comprando en la cafetería, o en un supermercado cercano, le explica Suanarín, una hada muy viejita que se sentó a lado de Ojitos.

¿Pero como compran, suman y restan si aquí no existe el dinero? Pregunta Ojitos.

Yo tengo repollos que cultivo en mi casa y con ellos tomo helados y vegetales, que son los alimentos que quiero hoy, o sea que sumo y resto, dice Suanarín. Y mientras ella explicaba todos miraban a Ojitos

¿Quieres dar y recibir? ¿Quieres sumar y restar? Le pregunta Pinky a Ojitos.

Me gustaría, pero no tengo nada que darles, salí muy rápido de mi planeta y no traje nada especial conmigo, lo lamento. Dijo la niña.

Claro que tienes algo que darnos, dijo Popo, cuéntanos historias de La Tierra. Y todos gritaron encantados: que cuente, que cuente…

Al principió Ojitos se sintió muy tímida, algo le apretaba el estómago y sentía mariposas que le volaban dentro. Comenzó a hablar con la voz muy bajita, y según fue contando historias y dándose cuenta de las caras de interés y felicidad que tenían sus nuevos amigos, fue animándose y hablando con claridad y entusiasmo. Contó de las diferentes razas, y de cómo algunos no se querían solo por el color de su piel; de las diferentes frutas, de los mares y montañas; de las películas del cine y la televisión, donde la mayoría de los momentos estaban golpeando y maltratando a alguien, del campo y de la ciudad, de los aviones y los autos, de su mariquita, de sus amigos del colegio, de su abuela, su papá y su mamá, contó y contó, y al final sintió deseos de irse a casa. Sus nuevos amigos la comprendieron y la despidieron con afecto, haciéndole prometer que regresaría a darles otra clase de matemáticas.

Ojitos se despidió, y en compañía de Popo y Pinky, quienes respetaban su silencio, se dirigió hacia la gran puerta. En el camino fue pensando que lo que les había contado parecía más una clase de historia y geografía, que una de matemáticas, pero también pensó que dar y recibir es parte de la matemática, y eso es lo que ella había hecho. En medio de estas reflexiones llegaron a la puerta y llegó el momento de la despedida final.

Hasta pronto, Ojitos, dijo Popo, abrazándola con tanta fuerza que casi le saca los pasteles que se había comido. La niña sintió que ahora no le disgustaba como cuando lo había conocido y también lo abrazó con fuerza. Hasta pronto, Popo, dijo, y tomando la mano de Pinky salió por la puerta.

De nuevo se sintió flotar por el firmamento, hizo cosquillitas a las estrellas, besó las nubes, y cuando abrió los ojos estaba en su cama, y los rayos del sol entraban por su ventana. Estiró los brazos y dijo: buenos días señor sol.

Buenos días Ojitos, contestó él.

Y así fue como Ojitos aprendió el significado de la palabra AMOR, y de cómo lograr que este salga de dentro de ella y se convierta en algo hermoso.

FIN