Extrañando la tribu. Día 4

Extrañando la tribu. Día 4

Querido corona, sigo deseando que te vayas, que no vuelvas nunca, que dejes tu ira y nos devuelvas la paz. ¿Sabes lo que más detesto de ti? El aislamiento, el no poder salir justo en el momento donde mi hermana del alma más me necesita. No soporto saber que no puedo aliviar su dolor, un dolor que tu causaste cuando te llevaste a su padre. La impotencia de saber que quizás el dolor sería menor, si pudiera montarla en un avión para que pudiese despedirse, o que quizás le dolería menos si pudiese montarla en el carro, con la música en alto, y llevarla a ver el mar, para que sus lágrimas se mezclen con las olas. Quizás su dolor fuera menos intenso, si pudiese reunirla con mis otras hermanas de la vida y recordar tiempos más felices, o quizás pudiera aliviar su dolor con tan solo sentarnos las cuatro en silencio o en llanto; en fin, no poder ayudarla en uno de los momentos más difíciles es lo que más duele. Leí por ahí, que, si bien es cierto que tenemos que ser agradecidos, también podemos quejarnos, también podemos extrañar la rutina del pasado, también podemos llorar por no saber qué hacer con esta nueva normalidad. Normal debe ser el poder acompañar, sobre todo acompañar para sanar; normal sería disfrutar las alegrías, las risas, los deseos de cantar, de bailar, los logros y la felicidad con quienes gozan de tus conquistas. Igual de normal es abrazar el dolor, la tristeza, el desconsuelo, mirar al miedo, a la ansiedad, la sensación literal de estar ahogada en tus penas, con tu tribu, una tribu que te sostiene con todas sus fuerzas sin dejarte caer. Entonces corona de mierda, termina de irte, vete ya y no vuelvas nunca. Prometo que tus enseñanzas nos hacen más fuertes, más solidarios, más conscientes del valor de la amistad, y de lo necesario que es el que todo el mundo, pueda tener y contar con su tribu. Ya te puedes ir, porque deseo poder acompañar al mundo que dejaste envuelto en dolor.

Desde la Ventana 4

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